¿CÓMO
SOBREVIVIR Y NO FALLAR EN EL INTENTO?
Alvy
Bryce Calles
Este artículo es una síntesis del tema preparado para un foro al cual fui invitado como ponente en Universidad Pedagógica Experimental Libertador-Instituto Pedagógico de Barquisimeto en el año 2005, que por su actualidad, lo reeditamos ampliando y afinando algunos aspectos. El mismo trata de un problema específico del instituto mencionado, pero en su enfoque y esencia puede ser representativo de las relaciones históricas entre el Estado, el gobierno, la política y la educación, planteando además algunos aspectos relacionados con la cuestión de la articulación curricular del conocimiento en las universidades, lo que obviamente tiene que ver con la clasificación del conocimiento, la gerencia educativa y la conceptualización de la pedagogía.
La pregunta acerca de si la Formación Docente sobrevive o no como Departamento, pues esa es la realidad concreta, ese es el “ruido de fondo”, es decir, si deja de ser lo que es para convertirse en otra cosa, equivale a hacerse cualquier pregunta en las actuales circunstancias históricas, contexto en el cual es válido indagar, del mismo modo, si continuará existiendo esa especie de todo definido como Pedagógico de Barquisimeto, en el cual adquiere vida el Departamento (término que por cierto demuestra una visión del conocimiento ortodoxa y antigua)
Remito este planteamiento a lo que denomino la ambigüedad intersticial, lo que defino como aquellos espacios que por su existencia como estructura con cierta dispersión organizativa y la mezcla de concepciones, crean estados de confusión, se hacen débiles y permeables a cualquier influencia externa. Aplicado al caso referido, quiero decir, entre otras cosas, que tanto la formación docente como las especializaciones, como unidades pedagógicas estructuradas bajo el signo de su actual constitución operativo-gerencial, tienen una polivalencia que se muestra como tensión, como conflicto, como celo profesional, como descalificación, como recelo, como aprensión, desconfianza, desconocimiento, lo cual se explica, entre otros factores, por la ausencia de un claro proyecto pedagógico nacional, y, por tanto regional. A la desconfianza la entiendo acá como una serie de acontecimientos que impulsan a la persona a transgredir códigos establecidos en la relaciones interpersonales para un modo de trato aceptables. En este sentido, entiendo la confianza como un valor, es decir, un elemento primario de cohesión interpersonal e intrapersonal constituido mediante un proceso complejo de acontecimientos (sucesos, encuentros, incidencias, episodios...) que se consolida (intensidad) con el tiempo (línea de tiempo, cronología), constituyendo así la historia de una relación personal particular (amistad, pareja, compadrazgo...) Mientras más clara y asertiva, analítica y reflexiva sea, será de un más alto valor ético-cualitativo, será una relación exitosa, sana. Plantear la pertenencia o apropiación de la formación pedagógica, equivale a preguntarse si el químico, el físico, el matemático, el evaluador, el orientador (entre infinidad de posibilidades), en tanto sujeto pedagógico, llámesele mediador, facilitador, interdocente, educador, educando (o como se le quiera llamar), es el que debe definir tanto la instrucción como la formación del estudiante, en tanto sujeto pedagógico (discente y docente son en realidad un todo único) dentro de una perspectiva histórica concreta. La inquisición que se hace al respecto es si lo que se ha constituido como Departamento de Formación Docente (de apoyo humanístico, filosófico, didáctico, pedagógico, tecnológico, a veces denominado despectivamente “formación general”), así como unidad única e indivisible, debe “manejar” los asuntos de la formación del estudiante de las especialidades (biología, química, matemática, historia, idiomas…) o si, por “el contrario”, son los departamentos que “controlan” éstas, los que deben manejar “sus propios asuntos”.
Estas querellas intestinas emergen en la actualidad (ahora con un supuestamente nuevo contexto postmoderno) como actualización de añejas discusiones acerca de la unidad o desintegración del conocimiento, acerca del ser o no ser dentro de la filosofía, acerca de Estudios Generales vs. Especialidades, acerca de las ortodoxas clasificaciones de la pedagogía (que me recuerdan a intelectuales como Lorenzo Luzuriaga y a Ricardo Nassif), acerca de una didáctica especial vs. didáctica general, acerca de si es necesario ser especialista (léase experto) para poder optar a epistemólogo, en fin, una renovación de las permanentes reflexiones acerca de la teleología de la educación en medios caóticos y ambiguos y de toda la madeja discursiva que la misma conlleva.
Discusión que me hace recordar lo que me respondiera en una oportunidad el emérito profesor Tomás Amadeo Vasconi a una pregunta que le hiciera acerca del mejor criterio para entender el ser educativo: “el último criterio en filosofía lo tiene la bota militar”: por supuesto, esto no hay que tomarlo tan taxativamente, fue dicho en un momento histórico determinado, por una persona históricamente determinada. Pero, sí, pudiera extrapolarse a una reflexión acerca de lo concreto histórico: ¿Cuál es la visión para insertarse dentro de un proceso histórico que apunta hacia un “pleno desarrollo”?, ¿se trata de simples mandatos gerenciales para imponer una visión de las cosas?
En otros términos, ¿Cuál ha de ser el status vital, no sólo de los departamentos de la Universidad Pedagógica, sino de la legitimidad de ésta misma? Hasta ahora, y esto no es mera teoría, es reflexión producto de la observación, lanzarse a realizar cambios pragmáticos en este sentido, sin tomar el pulso o, por lo menos, sin participar en desarrollo de los acontecimientos, es como colocar la carreta delante de los bueyes.
El problema del Departamento de Formación Docente de una universidad creada como asesora del Estado en materia educativa, no es un problema ni interno ni meramente académico: ese es un problema menor frente a uno mayor: la subsistencia misma de la propia Universidad Pedagógica, o, mejor dicho, su legitimidad misma, consecuencial con la identidad que ha adquirido en su desarrollo histórico, que ahora se discute, se coloca entre paréntesis, se desdibuja de alguna manera frente a un proceso de cambios y transformaciones, que si bien no se pueden sentir aún como un proyecto social nacional de alta claridad, indudablemente cuestiona e intenta instaurar una nueva visión totalizadora que envuelve también la cuestión educativa: es un germen que se intenta diseminar. Por supuesto, el problema es entonces y actualmente político, como nota dominante de una complejidad que se palpa como energía. Y como político, su expresión concreta ha de definirse desde las directrices de la correlación de fuerzas políticas que a cada instante, y de ahora en adelante, se establezca. De lo académico, todos sabemos que existe un grupo de excelentes profesionales en el Departamento de Formación Docente que son capaces, como lo han demostrado, de emprender los cambios esenciales, por lo cual sé que se han estado preocupando, pero es importante entender que el problema administrativo-académico, es, en este momento, un pseudo-problema, afirmación quizás temeraria como conclusión parcial, pero es una razón histórica que puede mostrar el proceso de cambio que se está intentando en la Venezuela actual desde el Poder gubernamental. En efecto, vivimos un momento que exige, más allá de nuestra interpretación, nuestra definición.
Este artículo es una síntesis del tema preparado para un foro al cual fui invitado como ponente en Universidad Pedagógica Experimental Libertador-Instituto Pedagógico de Barquisimeto en el año 2005, que por su actualidad, lo reeditamos ampliando y afinando algunos aspectos. El mismo trata de un problema específico del instituto mencionado, pero en su enfoque y esencia puede ser representativo de las relaciones históricas entre el Estado, el gobierno, la política y la educación, planteando además algunos aspectos relacionados con la cuestión de la articulación curricular del conocimiento en las universidades, lo que obviamente tiene que ver con la clasificación del conocimiento, la gerencia educativa y la conceptualización de la pedagogía.
La pregunta acerca de si la Formación Docente sobrevive o no como Departamento, pues esa es la realidad concreta, ese es el “ruido de fondo”, es decir, si deja de ser lo que es para convertirse en otra cosa, equivale a hacerse cualquier pregunta en las actuales circunstancias históricas, contexto en el cual es válido indagar, del mismo modo, si continuará existiendo esa especie de todo definido como Pedagógico de Barquisimeto, en el cual adquiere vida el Departamento (término que por cierto demuestra una visión del conocimiento ortodoxa y antigua)
Remito este planteamiento a lo que denomino la ambigüedad intersticial, lo que defino como aquellos espacios que por su existencia como estructura con cierta dispersión organizativa y la mezcla de concepciones, crean estados de confusión, se hacen débiles y permeables a cualquier influencia externa. Aplicado al caso referido, quiero decir, entre otras cosas, que tanto la formación docente como las especializaciones, como unidades pedagógicas estructuradas bajo el signo de su actual constitución operativo-gerencial, tienen una polivalencia que se muestra como tensión, como conflicto, como celo profesional, como descalificación, como recelo, como aprensión, desconfianza, desconocimiento, lo cual se explica, entre otros factores, por la ausencia de un claro proyecto pedagógico nacional, y, por tanto regional. A la desconfianza la entiendo acá como una serie de acontecimientos que impulsan a la persona a transgredir códigos establecidos en la relaciones interpersonales para un modo de trato aceptables. En este sentido, entiendo la confianza como un valor, es decir, un elemento primario de cohesión interpersonal e intrapersonal constituido mediante un proceso complejo de acontecimientos (sucesos, encuentros, incidencias, episodios...) que se consolida (intensidad) con el tiempo (línea de tiempo, cronología), constituyendo así la historia de una relación personal particular (amistad, pareja, compadrazgo...) Mientras más clara y asertiva, analítica y reflexiva sea, será de un más alto valor ético-cualitativo, será una relación exitosa, sana. Plantear la pertenencia o apropiación de la formación pedagógica, equivale a preguntarse si el químico, el físico, el matemático, el evaluador, el orientador (entre infinidad de posibilidades), en tanto sujeto pedagógico, llámesele mediador, facilitador, interdocente, educador, educando (o como se le quiera llamar), es el que debe definir tanto la instrucción como la formación del estudiante, en tanto sujeto pedagógico (discente y docente son en realidad un todo único) dentro de una perspectiva histórica concreta. La inquisición que se hace al respecto es si lo que se ha constituido como Departamento de Formación Docente (de apoyo humanístico, filosófico, didáctico, pedagógico, tecnológico, a veces denominado despectivamente “formación general”), así como unidad única e indivisible, debe “manejar” los asuntos de la formación del estudiante de las especialidades (biología, química, matemática, historia, idiomas…) o si, por “el contrario”, son los departamentos que “controlan” éstas, los que deben manejar “sus propios asuntos”.
Estas querellas intestinas emergen en la actualidad (ahora con un supuestamente nuevo contexto postmoderno) como actualización de añejas discusiones acerca de la unidad o desintegración del conocimiento, acerca del ser o no ser dentro de la filosofía, acerca de Estudios Generales vs. Especialidades, acerca de las ortodoxas clasificaciones de la pedagogía (que me recuerdan a intelectuales como Lorenzo Luzuriaga y a Ricardo Nassif), acerca de una didáctica especial vs. didáctica general, acerca de si es necesario ser especialista (léase experto) para poder optar a epistemólogo, en fin, una renovación de las permanentes reflexiones acerca de la teleología de la educación en medios caóticos y ambiguos y de toda la madeja discursiva que la misma conlleva.
Discusión que me hace recordar lo que me respondiera en una oportunidad el emérito profesor Tomás Amadeo Vasconi a una pregunta que le hiciera acerca del mejor criterio para entender el ser educativo: “el último criterio en filosofía lo tiene la bota militar”: por supuesto, esto no hay que tomarlo tan taxativamente, fue dicho en un momento histórico determinado, por una persona históricamente determinada. Pero, sí, pudiera extrapolarse a una reflexión acerca de lo concreto histórico: ¿Cuál es la visión para insertarse dentro de un proceso histórico que apunta hacia un “pleno desarrollo”?, ¿se trata de simples mandatos gerenciales para imponer una visión de las cosas?
En otros términos, ¿Cuál ha de ser el status vital, no sólo de los departamentos de la Universidad Pedagógica, sino de la legitimidad de ésta misma? Hasta ahora, y esto no es mera teoría, es reflexión producto de la observación, lanzarse a realizar cambios pragmáticos en este sentido, sin tomar el pulso o, por lo menos, sin participar en desarrollo de los acontecimientos, es como colocar la carreta delante de los bueyes.
El problema del Departamento de Formación Docente de una universidad creada como asesora del Estado en materia educativa, no es un problema ni interno ni meramente académico: ese es un problema menor frente a uno mayor: la subsistencia misma de la propia Universidad Pedagógica, o, mejor dicho, su legitimidad misma, consecuencial con la identidad que ha adquirido en su desarrollo histórico, que ahora se discute, se coloca entre paréntesis, se desdibuja de alguna manera frente a un proceso de cambios y transformaciones, que si bien no se pueden sentir aún como un proyecto social nacional de alta claridad, indudablemente cuestiona e intenta instaurar una nueva visión totalizadora que envuelve también la cuestión educativa: es un germen que se intenta diseminar. Por supuesto, el problema es entonces y actualmente político, como nota dominante de una complejidad que se palpa como energía. Y como político, su expresión concreta ha de definirse desde las directrices de la correlación de fuerzas políticas que a cada instante, y de ahora en adelante, se establezca. De lo académico, todos sabemos que existe un grupo de excelentes profesionales en el Departamento de Formación Docente que son capaces, como lo han demostrado, de emprender los cambios esenciales, por lo cual sé que se han estado preocupando, pero es importante entender que el problema administrativo-académico, es, en este momento, un pseudo-problema, afirmación quizás temeraria como conclusión parcial, pero es una razón histórica que puede mostrar el proceso de cambio que se está intentando en la Venezuela actual desde el Poder gubernamental. En efecto, vivimos un momento que exige, más allá de nuestra interpretación, nuestra definición.
Lo vivido
hoy apunta como una época envolvente de la cual ya existen serias, muy serias señales,
de trastrocamiento totalizador. Cultura, educación, política, ideología,
costumbres, valores, principios, ya no serán, en un tiempo prudencialmente
corto, lo mismo que “antes era”. El problema de la interpretación ha dejado de
ser un problema del librepensamiento que se pasea por todas las casas
paradigmáticas para intentar entender el conocimiento y la academia como lo
holístico, integrador, como sintagma, cual núcleo aglutinador desde lo más
elevado del conocimiento; el análisis ya ha dejado de ser un mero problema de
descomposición del todo en las partes (que si “a mí me toca administrar tales
cursos”, que si “a ti te toca encargarte de otros asuntos”; que si “la
epistemología de la química ha de ser asunto de los químicos”; que si “…”),
pues, más que mera tecnología y ciencia, más que lógica al estilo de la vieja
filosofía analítica, más que racionalidad administrativa o gerencia estratégica
democrática al “viejo estilo”, el movimiento de la realidad promete un
despliegue de fuerzas, nunca antes vividas, con la intensidad de una
posibilidad desconocida por ser futuro, que por “nuevas” siembran recelo,
resistencia, impotencia: estamos en presencia de un proyecto cuya concepción
proclamada le convierte en un sistema disipativo del “viejo orden” al
"nuevo orden". Se vislumbra una nueva racionalidad, también
transnacional: nuevas coordenadas sociales y continentales. No hay ingenuidad:
se vislumbra. La explosión aún no ha ocurrido:
¿Hacia dónde te diriges, hijo?, preguntó el
anciano; y el “hijo” respondió: “hacia donde vas tú, pero por otro camino, tal
vez nos encontremos en el Este”. El hombre, pensativo, desde su trono, todavía
se pregunta si aquel niño le quiso decir que aspiraba a ser viejo...Lento, blando,
equilibrado, retórico, ideológico, y hasta hedónico y un pragmático disipativo.
Un abordaje metafísico nos hace pensar que lo ente, en su historicidad, deja brotar una reverberación: ya no se trata exclusivamente de una relación simple con el mundo (la simpleza que nos da la acomodación a un paradigma, a un estilo de vida, a una forma de vida prolongada en el tiempo), ya no se trata de actitudes de irrupción desde la especificidad que imprime el ente científico-académico; se trata, sospechamos, de una revelación de la historicidad como totalización en lo político: búsqueda de una nueva identidad como fuerza e intento de legitimación social. Reaparece lo supuestamente extirpado, lanzado, hacia la nada que, desde su propio “en sí mismo” fue ente y no nada, pero desde el otro (opuesto) siempre fue nada: ahora, en tanto ente-buscando-posicionamiento, es el otro elemento lógico de la contradicción frente al otrora excluyente: lo excluido haciéndose ente. El predominio en el poder de un bipartidismo, encarnado en Acción Democrática y COPEI (1), que nunca fue contradictorio más allá de lo no antagónico, tuvo como signo la exclusión de las organizaciones de izquierda. Ahora, lo otrora excluido puja por ser excluyente: una dialéctica que imprime un ritmo avasallante que intenta convertir al otro en nada y él mismo en ente. Ahora este es conspicuo por su intento, no como parcialidad sino como totalidad. Por lo menos hasta ahora, es intento.
Entroncamos entonces con otro problema que puede lucir lógico: si lo antes ilegítimo se perfila ahora ente como totalidad legítima, ¿hacia dónde va lo antes-ente? Respuesta: hacia la X, como bien pudiera decir Nietzsche, lugar que ocupaba antes la nada. Ya no importa ser Físico o Sociólogo: se exige y necesita ser político de nuevo cuño. Vivimos hoy la sensación (alegría para unos, amenaza para otros) de un momento de contradicción en ciernes entre dos modelos, por lo menos visto en el plano. Uno, el que supuestamente mantenía un equilibrio, aunque precario, entre sus instancias sociales, cultura, economía, ideología, educación, ley, política, que preconizaba el status de la educación como corredor vial hacia al ascenso dentro del "elitista mundo" de las clases medias y de las altas (esta última como ilusión), modelo cuya dinámica interna, entre los contenidos de su propio código, producía una especie de sensación de bienestar definida por la confrontación entre la incertidumbre y la esperanza: Neutralidad. El otro, modelo cuya dialéctica propende a una antítesis frente al viejo esquema a través de la hipertrofia de la política, necesidad de Poder, con todas las implicaciones que ello tiene. La nueva educación, asomo del “nuevo modelo”, es una subordinación abierta, sin tapujos, sin fingimiento, a la política (como siempre ha sido, pero que en otrora, era lo subyacente, lo oculto prohibido). Deber ser.
La dialéctica nada-ente-nada-ente…, no es un simple intercambio ultra-simplificado en la expresión “quítate tú para ponerme yo”, como han querido presagiar algunos, incluyendo pueblo: es exactamente la estructura mental petrificada que habrá de ser superada para insertarse en la realidad como sistema disipador. No es el simple desplazamiento de una estructura burocrática por otra: no es el simple intercambio de un modo de corrupción/honestidad y de eficiencia/ineficiencia por otro, como los ahora “nada” quieren hacer ver. No. El desplazamiento es tan complejo que aún no ha sucedido. La correlación de fuerzas todavía no alcanza para eso, particularmente en lo intra-ideológico: e incluso, las transiciones son a veces la muerte de la pretensión. También Incertidumbre. Debilidades.
Las debilidades brotan en su historicidad, brotan como provisionalidad, pero pueden convertirse en ente. En el lenguaje de los síntomas, por ejemplo, la intención de proliferación de nuevas universidades y multiplicidad de carreras intenta marcar el rumbo desde la lógica de un modelo o, más bien, protomodelo, cuyo discurso interno anula, o ambiciona, el viejo repertorio de una educación liberal que luce cansada y que pudiera rápidamente iniciar su camino al desvanecimiento: Aspiración. Todo "nuevo". Nuevos docentes, nuevos estudiantes, nuevos administradores, nuevos enfoques curriculares, nuevo lenguaje: todos bajo una retórica que mueve su norte objetual hacia y desde una complejidad discursiva: el Socialismo del Siglo XXI (vs) el Capitalismo Neoliberal y “Salvaje” del Siglo XX. Y mueve, no sin peligros, su confrontación hacia el norte geopolítico. Se intenta armar un nuevo rompecabezas. Un nuevo encadenamiento de los asuntos sociales; pero, dicho hasta la saciedad: “una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil”, aunque sus fortalezas sean evidentes y positivas (la fortaleza tendría que ser garantía del logro, incrustada estructuralmente en una sociedad convencida, esperanza y horizonte de las nuevas propuestas; una sociedad saneada dentro del modelo que aspira; convenciendo con la praxis). ¿Cuál lógica de cuál modelo?: modelo en ciernes, lógica implícita.
Pareciera que el nuevo intento ha removido las fibras más íntimas de de ciertas omnipresencias silentes, represadas, agazapadas, revelándose a sí mismo en forma de explosión desde su propia fragilidad, más allá de socialismos y capitalismos planteados como discurso: corrupción e inseguridad, burocracia e ineficiencia; nuevoriquismo también de nuevo cuño: explosión sociopática del individualismo. El parte de guerra capitalismo (vs) socialismo ya no es causado por misiles o bombas o atentados terroristas convencionales: es un nuevo fundamentalismo cuya doctrina puede muy bien considerarse hedónico-inmediatista: el culto al delito. Interpretando a Naím (2): los nuevos potenciales reyes de la economía, de las leyes, de la sociedad. Los representantes de ese nuevo fundamentalismo, ateo, “apolítico”, anárquico, sociopático, criminal, ocupan, incluso, altos cargos en los gobiernos de los países, incluso “burocratizan” para cometer sus propias fechorías. ¿Cómo puede ser socialista una nación con su propio corazón herido (la vida) por una delincuencia terrorista y atroz?
Esa mezcla de sociedad en incertidumbre (vale decir, transición, provisionalidad) con no pocos delincuentes oportunistas disfrazados de revolucionarios que simulan eficiencia construyendo un mundo discursivo publicitario, aunque por ahora tal vez minoritarios, son caldo de cultivo para la contrarrevolución: revolución y contrarrevolución se anulan a favor del “viejo” régimen. Continúan siendo los nuevos carceleros de la honestidad, ahora con poder legal y más recursos. Con el rostro al descubierto, o disfrazado, los delincuentes profesan la ideología más contundente y cruenta de todas, un nuevo terrorismo: el asesinato a domicilio, el tráfico de órganos, el tráfico de blancas, el tráfico de narcóticos, tráfico de niños (aberración sin parangón): todos implican muerte, destrucción, desmoralización, su domicilio es todo el espacio social. Venezuela en el juego. ¿Cuál ha de ser el papel de las nuevas universidades en ese juego, si las viejas de tradición y esfuerzo académico, no aguantan las fuerzas implosivas de su deslegitimación? ¿O mejor, cuál ha de ser la nueva educación?, ¿Cuál es ese eslabón más débil?: la formación, la ideología, la educación, y una pincelada de herencia (tal vez). Por supuesto, esos "malos de la película", son quizás los menos: pero varios de los que son, tienen poder simbólico. Escuché a algún político decir en una oportunidad, refiriéndose al caso de Venezuela, que el número de delincuentes en el país no constituía ni siquiera el 0.04% de la población pero, suponiendo que así sea, un sólo muerto a causa de la violencia física o la simbólica debería sentirse y entenderse como una tragedia nacional; sin embargo, pareciera que las muertes diarias que ocurren a lo largo del territorio nacional, se están naturalizando y legitimando, se están convirtiendo en algo "normal", y, a veces hasta legal, tanto que ya forman parte del repertorio humorístico venezolano.
Pero esa variante bifronte, una cara mirando hacia atrás y otra hacia delante, una cara hacia la derecha y otra hacia la izquierda, una cara hacia la honestidad y otra hacia la deshonestidad, puede convertirse, en el caso de Venezuela, en omnipresencia, en una cultura: Ya no se mata o se corrompe a los congéneres "para darle de comer al hijo"; ya no se secuestra por razones meramente políticas, ya no se mata por "defender la causa justa" o "porque el otro ofendió a Dios". Los propósitos del genocidio que transcurre son nuevos y sorprendentes: los zapatos de marca, un auto para pasar el fin de semana en la playa, una camisa, un pantalón, una cartera, una casa en un barrio residencial de Florida; o causas neo-psicológicas: “caerle mal” a alguien o simplemente porque alguien tiene una novia bonita, o porque invitó a un conductor de autos a respetar el semáforo, o simplemente porque alguien miró mal a otro y, mucho más grave, por el placer de matar, o para probar el arma recién adquirida.
La muerte tiene ahora otro rostro. La acumulación del capital por medios no convencionales ya no es el único factor potenciador de la delincuencia: ya no se trata sólo de producir riqueza ilícita o de adquirir nuevos medios de producción: se estafa, se roba, se corrompe, se asesina para tener una Hummer (una forma de asesinato más sutil, a lo “chiticallando”, desde un perverso y corrupto bajo perfil : ser revolucionario aprovechándose de la estructura social no superada) o una modesta bicicleta, por el placer de tenerlas. Se asesina por un cigarrillo. El estudiante de trece años de edad armado de un revólver atraca o mata a su profesor, bien porque necesita comprar unos zapatos marca “Marca”, bien porque el profesor le “cae mal” o porque simplemente le evaluó objetivamente, o subjetivamente, simplemente porque lo evaluó: y si no tiene un arma eficiente, “para eso están las piedras”; pero a su vez el profesor le ha asesinado a él de otras múltiples formas no físicas. ¡Hemos transcurrido de la omnipotencia a la omni-impotencia! Por supuesto, no es que exista proliferación de autos de lujo y que todos los personeros del gobierno los tengan, al estilo de los más rancios burgueses, de hecho son muy pocos, cuantitativamente insignificantes: ¡pero basta sólo uno para desplegar la incontenible fuerza del símbolo!
La función formativa de la educación está dejando de ser, se está esfumando en una atmósfera social deformante que se enrarece día a día bajo la mirada impotente de los cultores de la vieja pedagogía. Deformante con respecto al valor vida y toda forma de sostén de la misma. La educación a partir de principios y valores destinados a la formación de actitudes honestas, altruistas, rectas, justas, ha perdido su fuerza: padres como modelos de corrupción, religiosos pederastas y violadores, gobernantes convertidos en máquinas de desaparecer los dineros públicos, docentes fabricantes de la cultura alcohólica, ingenieros que por ganarse unos reales más usan material de segunda habiéndose presupuestado material de primera, médicos que practican (nueva modalidad) la doble operación quirúrgica del paciente (doble ganancia), profesionales del derecho que rayan con clavos sus propios autos para que la empresa aseguradora se los pinte de nuevo, jueces que defienden conscientemente a los culpables, la víctima convertida en acusada…la lista es infinita. No son todos: pero están en franco crecimiento. Es cierto, es la pérdida de legitimidad de la educación; pero ¿realmente es esto la causa fundamental de la descomposición de un país que en otrora, muy en otrora, fue modelo educativo y pedagógico, aún sin ser socialista? El joven de catorce años que le dice a su profesora que tiene el pene erecto y desea tener relaciones con ella, ¿es realmente producto de un sistema educativo “fracasado”?
Creo que el problema es infinitamente más complejo que la pérdida de legitimidad de los sistemas educativos. La relegitimación de la educación, y con ella la universidad, tendrá que renacer de esa complejidad, descifrándola para poder ser-ente, es decir, totalidad; así como el Ave Fénix lo hizo de las cenizas. El nuevo ente, el nuevo proyecto, el nuevo modelo que pretende posicionarse rápidamente de todos los espacios sociales del país, ¿Ha tomado esta problemática en consideración? ¿Son algunos de sus cultores similares, afines y conexos, parte del problema? ¿Están los nuevos líderes conscientes del poder contrarrevolucionario de la delincuencia, incluyendo la suya propia, intrínseca, que sus propios líderes han denunciado? El problema esencial no es sólo político (como ahora se pretende).
Notas
(1) Partidos tradicionalmente dominantes del poder político en Venezuela a partir de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958, hasta el advenimiento del actual proceso encabezado por el presidente Hugo Chávez.
(1) Partidos tradicionalmente dominantes del poder político en Venezuela a partir de la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958, hasta el advenimiento del actual proceso encabezado por el presidente Hugo Chávez.
(2). Moisés Naím (2006). Ilícito. Bogotá: Editorial Random House Mandadori, Ltda.
Nota de actualización
Hace poco se publicó el libro de Carlos Tablante y Marcos Tarre (2013). E$TADO DELINCUENTE. Cómo actúa la delincuencia organizada en Venezuela. 2da edición. Caracas: Editorial La Hoja del Norte. En éste se aborda una problemática similar a la que aborda Naim, pero referido fundamentalmente al caso Venezuela.